viernes, 15 de enero de 2016

El pudor de las efemérides

Doodle dedicado al universo creativo de Jorge Luis Borges

Han pasado cinco días desde la muerte de David Bowie, en ese tiempo el eco de la noticia ha llegado hasta los más recónditos rincones del mundo digital. No hemos firmado la solicitud en Change.org para que resucite (estamos tan tronados que preferimos unirnos a los que sostienen que, cual Elvis: sigue vivo y reaparecerá como Lazarus, que para eso se llama así su último sencillo); pero si nos ha llamado la atención el tipo de reacciones que un hecho de esta índole, provoca en las redes sociales.

A través de un retuiteo de El Hematocrítico (uno de nuestros tuiteros favoritos) de la cuenta de @líopardo, nos llegó un resumen perfecto del proceso que se sigue ante la muerte de un famoso en las redes sociales:




De etólogos aficionados está el mundo de las redes sociales repleto. Y las observaciones de estos aplicados escudriñadores de la red (a los que aluden los puntos 2 y 3 de @líopardo), siempre suelen teñirse de una ironía, cuando no de un sarcasmo, que pareciera querer ponernos falta a todos

En los medios (y en el mundo digital aún más) la ingenuidad o la sinceridad están permanentemente bajo sospechosa, el resabio y la ironía se transforman con facilidad en arma arrojadiza y escudo protector de quienes las practican. Algo que puede explicarse como una autodefensa lógica ante la proliferación de gatitos, bebés monísimos, y fotos de atardeceres con frases tipo Paulo Coelho sobreimpresionadas, con que nos han martirizado durante años; pero que corre el riesgo de hacernos caer en un postureo descreído que resulta tan cliché, y tan aburrido como lo contrario.



El supuesto mensaje inspirador y sus efectos a largo plazo


Por eso en este post defendemos las efemérides, sin pudor alguno, ni justificación que valga. Si alguien ha descubierto a David Bowie a raíz de su muerte: bienvenido sea. Si hasta un personaje como Risto Mejide, pedía permiso en un tuit para decir algo sobre Bowie, simulando un pudor bañado de ironía: está claro que estamos rizando el rizo, y que contrariamente a lo que pudiera parecer: el que dirán, qué pensarán de mí, en las redes tiene más importancia que en un patio de vecinos (que es lo que no dejan de ser por otra parte).



Doodle consagrado a la increíble Hedy Lamarr


¿Qué sería de los doodles con que nos alegra el día, a la par que nos instruye, Google: si no recurriesen a las efemérides? Desde el agua en Marte, al solsticio de verano, el día de Independencia de Kenia o el 388 aniversario del nacimiento de Perrault (a Google el que no sea una cifra redonda no le va a estropear las ganas de homenajear a alguien): dan forma a su logo, día sí, día también, en un auténtico escaparate de la creatividad y del ingenio del gigante informático; que consigue caernos simpático mientras nos controla.

Doodle celebrando que se descubrió agua en Marte
Doodle por el solsticio de invierno
Doodle conmemorando la reunificación alemana


Y mucho antes que Google, las bibliotecas llevábamos toda la vida aprovechándonos de las efemérides para sacarles partido. Y no nos da ningún pudor ayudar a que alguien descubra a grandes músicos, actores, escritores, filósofos o científicos, aprovechando defunciones, aniversarios o acontecimientos varios. Sin ir más lejos, sin tener que recurrir a nadie, este 2016 en la BRMU vamos a estar muy volcados en una efeméride: cumplimos 20 tiernos añitos.


Doodle por el tricentenario de la Biblioteca Nacional,
¿protagonizará algún día la BRMU un doodle de Google?

Pero aparte de nuestro cumpleaños, este año habrá donde elegir, según nos resumen en Infobibliotecas, se celebrarán efemérides para completar varias programaciones de actividades culturales en bibliotecas. Desde los 400 años de Cervantes y Shakespeare hasta el medio siglo de Star Trek: la oferta para dárselas de fan auténtico van a ser muchas. Pero uno de los personajes de los que, sin efemérides de por medio, más se va a hablar a principios de este año será Florence Foster Jenkins.

Su vida ha sido llevada a la pantalla interpretada por Meryl Streep, y llegará a las pantallas en breve: lo cual dará pie a que mucha gente la descubra. Por eso nos adelantamos aquí, por un lado para poder dárnoslas de que ya la conocíamos y somos fans de su historia; y porque además, su figura es de lo más apropiada a la hora de hablar sobre cuestiones de pudor y exposición pública.




Florence nació en una familia acomodada en la Pensilvania de mediados del siglo XIX: desde pequeña sintió una pasión desbordante por la ópera. Su obsesión era convertirse en soprano: determinación, voluntad e ilusión no le faltaban, lo único que le fallaba era....la voz.

En los tiempos de Florence, no existían libros de autoayuda que la convirtiesen en una kamikaze del optimismo sin fundamento, ni redes sociales que la "desacomplejasen" a golpe de memes motivantes (ni que por contra, la lapidasen digitalmente): ni falta que le hacían. Haciendo oídos sordos (esos mismos oídos que hubiesen querido tener sus oyentes) a su padre, a su primer marido, y a cuantos profesores de canto intentaron disuadirla de su empeño: Florence invirtió la cuantiosa fortuna que heredó (el dinero ayuda mucho en eso de perder el pudor) en conseguir su sueño.

La crítica la vapuleaba, el público la seguía para reírse, pero nada de ello pareció importarle. Con una moral y decisión a prueba de bombas, Florence logró lo que quería: cantar ópera, y lo demás le parecía superfluo. En 1943, tras un accidente en taxi, quedó convencida de que el choque había provocado que pudiese alcanzar la nota fa más alta que nunca; y agradecida obsequió al taxista con una caja de puros.

Doodle dedicado a María Callas,
¿algún día dedicarán un doodle a Florence?

Desconocemos el tratamiento que Stephen Frears (director de la cinta que se va a estrenar) ha dado a la historia; pero si por algo pervive el recuerdo de Florence es por esa determinación que la emparenta con figuras como Ed Wood: personas con tal pasión por lo suyo que no entienden de ridículos, y son inmunes a la vergüenza y el qué dirán.

Después de todo, si algo te hace feliz, y no haces daño a nadie con ello: ¿a quién le importa? Con esto no queremos defender la falta de autocrítica, que nos impida ser conscientes de nuestras limitaciones (algo que también se da mucho en nuestro tiempo), pero sí la libertad para expresarse en digital sin que cien mil internautas quieran dejarte en evidencia al instante, en lugar de simplemente ignorarte.





2 comentarios:

Anónimo dijo...

En reacciones añadiría BRILLANTE.
Me ha encantado!!!!!!!

El blog de la BRMU dijo...

Me temo que nos falta la seguridad en uno mismo que derrochaba Florence Foster Jenkins, para añadir algo tan rotundo en las reacciones. Pero ¡¡no veas cómo se agradece la propuesta!!. Para brillante David Bowie, nosotros con entrar en contacto con nuestros lectores y ampliar nuestra comunidad virtual de la BRMU, ya rozamos la estratosfera :)