domingo, 31 de enero de 2016

Centrifugando el 2015

[Haz clic en las letras verdes, y centrifuga tu cerebro]

Deberíamos de una vez abrir las puertas de este blog, y que sean sus seguidores, y no nosotros: los que nos cuenten cómo ha sido el 2015. Podríamos ofrecerlo como un kit de montaje pero sin instrucciones (cual mueble de una gran superficie nórdica). El valiente que se atreviera, dispondría de los enlaces a los posts de este 2015, y con todos ellos, y su inventiva: tendría que vertebrar un relato según su estilo y vivencias.


Para animar, deberíamos ofrecer algún incentivo en forma de premio (el esfuerzo creativo ha de ser recompensado, y reconocido); y así seríamos de verdad esa comunidad bibliotecaria virtual con la que tanto soñamos. De momento lo dejaremos como nuestro deseo para 2016, e intentaremos portarnos lo mejor posible a ver si se cumple.


 El amor marcó el inicio del 2015, nuestro concurso de cartas de amor a la biblioteca fue una buena manera de alargar el buenismo navideño que todo lo invade. El amor estuvo en el aire, y también en las redes sociales gracias a un algoritmo; e inevitablemente también el desamor hizo acto de presencia, aunque con excusa literaria de por medio, que siempre lo hace mucho más interesante. 

Del amor fuimos derivando en una evolución natural hacia el sexo. El amor sin sexo es posible, al igual que el sexo sin amor: pero lo mejor surge cuando se combinan. A nosotros nos gustan las bibliotecas, y también el sexo: y con ¿Por qué lo llaman biblioteca cuando quieren decir SEXO?, conseguimos unir las dos cosas. Tuvimos más estímulos que en un calendario de desnudos con coartada solidaria; pero como es costumbre, antes iniciamos el tonteo transformando a la biblioteca en una discoteca.




El trinomio clásico del sexo, drogas y rock and roll estaba servido. Con un gesto de chulería ampliamente ensayado, proclamamos que las bibliotecas somos el nuevo rock and roll. Pero también le dimos cancha a géneros menos desafiantes en apariencia, haciendo una inmersión en el mundo pop a ritmo de ukelele; o a la psicodelia más visionaria gracias a nuestros experimentos con LSD . Tras el desparrame, vino el inevitable día de resaca; que combatimos a base de café bien cargado, y de literatura en formato XL. 





Y no, no fue ninguna paranoia producida por los experimentos lisérgicos la que nos llevó a sostener, con fundamento, que la cadena Telecinco espía a este blog. Es más, estamos convencidos de que en breve, su próximo realitiy de supervivencia consistirá en lanzar a un grupo de ninis y chonis dentro de una biblioteca
 
Para sobrevivir tendrán que  aprender a relacionarse con la cultura, a descubrir a los clásicos, e incluso a visionar cine del que antes se hubiera catalogado como de arte y ensayo. Una experiencia de supervivencia extrema que no nos perderíamos por nada del mundo, y en la que pueden terminar expurgándose, más que nominándose, unos a otros a tiro limpio.





De todo se aprende, así que en una biblioteca del siglo XXI no entendemos de placeres culpables, todo sirve para empoderarse (palabro feo donde los haya), y nosotros tuvimos claro que las bibliotecas dan poder. Y precisamente por declararnos bibliotecas sin mordaza, procuramos abordar el revuelto río político que ha recorrido (y sigue) este pasado año, pidiendo con determinación nuestro voto para el Partido Bibliotecario Progresista por la Cultura.



 

En el programa electoral soñado de esta formación, incluiríamos medidas que tenemos muy claras para acabar con todo aquello que no nos gusta. La violencia de género la erradicábamos con lo que aconsejábamos en el post Sé un hombre, y lee ; la homofobia preguntando abiertamente ¿es la BRMU una biblioteca gay friendly? ; los problemas del envejecimiento de la población reivindicando a los viejóvenes; los conflictos armados, cambiando bombas por bibliotecas; y sobre todo, incluiríamos algo que ha brillado por su ausencia en los debates: tomaríamos medidas urgentes para incrementar los índices de lectura, y de cultura en general, algo que particularmente en Murcia: nos daba ganas de llorar

 


Pero lo que sirvió realmente para tomar el pulso del sentir general, y de lo sensibilizado que está el público con las cuestiones sociales a raíz de estos años de crisis, fue el post de Bibliotecas low cost, que supuso algo nunca visto hasta ahora en este blog, que nos volviéramos virales, y que tuviera eco hasta en la prensa escrita. 


Como era de esperar el mundo digital volvió a centrar muchos de los asuntos abordados. Desde una biblioteca de memeces (sin ánimo de ofender); a Greta Garbo en los tiempos del Facebook; pasando por el delicado asunto de la privacidad en las redes sociales; o una pregunta cuya respuesta nos encantaría conocer: ¿sueñan los nativos digitales con libros en papel?





 

Una vez arreglado el mundo, nos pudimos dedicar con entusiasmo a cosas más gratificantes. Nuestra Pasarela BRMU ; concluyó tal y como empezó, por todo lo alto con un desfile final. Unos cuantos meses después cambiamos totalmente de mundo (¿o no?) con una nueva acción artístico-bibliotecaria, que reivindicaba la pasión por lo que te gusta de verdad, sin miedo alguno a que te tachen de Bibliofriki




Y una vez relajados, nos pudimos balancear y refrescar gracias a la bibliohamaca y el chapuzón; dedicarnos al ocio más frívolo, pero no por ello insustancial, con Biblioteca frívola; y observar desde otras perspectivas nuestra tierra en la Murcia de cada uno.


Después de todo, viéndolo en lontananza, no parece que el 2015 haya sido un mal año.  Nuestro deseo para el 2016, ya está más que formulado.




viernes, 22 de enero de 2016

No es biblioteca para viejos

¿Qué fue de Baby Jane? o la vejez terrorífica de una niña prodigio

Que nadie se tome al pie de la letra la apropiación que del título de la novela de Cormac McCarthy hacemos en el nombre de este post. En esta biblioteca, y en cualquiera que se merezca tal nombre: recibimos a todos, y no entendemos en qué consiste eso del ageism (discriminación por edad).

Ya nos proclamamos orgullosamente viejóvenes hace unos meses, pero la razón del título viene a cuento de algo que nos dijo hace unos días un tierno escolar de unos 7 años que formaba parte de una de las visitas de colegios que recibimos cada día. Mientras nuestra compañera se esforzaba por insuflarle algo de ilusión por las bibliotecas a las nuevas generaciones; el rubicundo infante hizo gala de esa desarmante displicencia infantil de prepúber, que siempre te hace recordar a Damien, el niño protagonista de La profecía, y le preguntó/atacó: 


"¿y la gente sigue usando todas estas cosas viejas?”

, refiriéndose a los libros que copan nuestras estanterías. Lo de Serrat con lo de "niño, deja ya de joder con la pelota" se quedó muy corto con los pensamientos que pasaron por un segundo por la mente de nuestra compañera. Pero profesional que es ella, se recompuso, y con fingidísima comprensión le dijo que claro que sí, que venían muchos niños como él, y se llevaban libros, películas, música… 


La célebre "niña del desastre" que ha protagonizado miles de memes.
Una foto 100% real, sin montaje alguno que ha dado la vuelta al mundo


Lo más seguro es que simplemente el niño estuviera ensayando con su capacidad para reventar a los adultos; y su pulla a cuenta de nuestra obsolescencia, no fuera más que una bravuconada de preadolescente despreciando lo que le precede ("siempre hay alguien más joven y hambriento bajando las escaleras detrás de ti" que decían en ese clásico cinematográfico cargado de filosofía que era Showgirls); pero independientemente de lo que fuera, no deja de resultar triste. No por nosotros, ni por los libros: sino por él. 


Que un niño califique a un libro como una cosa vieja, quiere decir que no está acostumbrado a que le regalen libros, o a que sus padres lean, o le arropasen en la cama contándole un cuento. Puede que se trate de un nativo digital puro, y sin una pantalla de por medio no entienda el mundo.




Pero dejemos en paz al pobre chiquillo, que no hizo otra cosa que algo propio de su edad: desmontar la condescendencia con que muchas veces tratamos a esos locos bajitos, con una simple pregunta. En un mundo en el que arrasan los programas de televisión en los que los niños se comportan como adultos, y los propios adultos los jalean, no es extraño que los pobres estén un tanto confusos.




Como decía un reciente artículo publicado en MG Magazine: "la edad del famoseo llega cada vez antes. Ahora se entiende que los niños con éxito son los que aprenden a ser adultos antes de tiempo".

¿El fin de la infancia protegida?, es el título de este artículo que describe un panorama bastante preocupante. Los tiempos van rápidos para todos, hay que quemar etapas a la velocidad del byte, y la infancia en vez de ser el paraíso perdido, parece un mero trámite camino de convertir al niño en otro sujeto productivo; en un mundo que no entiende de paraísos que no sean artificiales.





Tras el boom de versiones infantiles de competiciones televisivas en los que ya se va educando a los niños en el exhibicionismo sentimental, y en la competitividad que exige la sociedad del espectáculo; cabe preguntarse para cuándo una versión kids de Gran Hermano, o de Supervivientes. En este caso,tendría referentes literarios de prestigio en los que sustentarse: El señor de las moscas. ¡Qué resalaos y graciosos que serían esos niños luchando por el poder en un isla!, la de valiosas lecciones que conseguirían de cara a su vida adulta.

Concurso de reinas de la belleza infantiles en los Estados Unidos

Pero no nos va el catastrofismo, niños prodigio han existido siempre, y algunos han conseguido desarrollar estupendamente su vida posterior (aunque la actriz y cantante Ana Belén, siempre ha manifestado que se alegraba mucho del fracaso de la película que la iba a lanzar al estrellato: Zampo y yo, lo cual le permitió desarrollarse como artista y persona sin las presiones de la fama). Pero con este panorama, ¿cómo se puede seguir atrayendo a las bibliotecas y a los libros a los niños hiperestimulados que potencian los medios? Pues hagamos como hacen los adultos, apelemos a lo que más se cotiza en la actualidad: el cultivo del ego y el narcisismo.





El niño que perdió su nombre, es un cuento cuya publicidad dice que se ha vendido en 160 países. No es que su trama lo haga único y maravilloso, es simplemente que gracias a los últimos avances tecnológicos: es posible personalizar el libro para cada niño. Libros que se podían personalizar mediante pegatinas, o con espacios en blanco para completar, han existido siempre. Pero con este cuento la novedad es que para comprarlo hay que entrar en la web, e ir rellenando datos sobre el niño en cuestión: edad, sexo, color del pelo, dirección, localidad… vamos todo lo que consiguen los buscadores de los adultos gracias a las mil gestiones que hacemos en la Red, pero desde la más tierna infancia. Vamos a facilitarle el trabajo a la CIA, que seguro que también tendrán recortes de personal.


Una vez introducidos todos los datos, un software personaliza el libro que ya está listo para ser enviado, previo pago, al niño en cuestión. Hay opiniones para todos los gustos: desde los que glosan las virtudes de esta personalización como una manera de atraer a los niños a la lectura, hasta los que se muestran suspicaces ante el peligro de fomentar que los niños se crean el centro del universo desde bien pequeños.





Y mientras los niños se digitalizan, los ya más que digitalizados adultos regresan a lo manual. En la biblioteca de Greenport, en los Estados Unidos, se oferta una actividad para adultos que consiste en reunirse para colorear libros. La moda de los libros para colorear dirigidos a ejecutivos, y demás adultos estresados, no para de crecer; y en dicha biblioteca han decidido potenciarlo haciendo que se puedan reunir en la biblioteca para colorear plácidamente.




Puede que sean las exigencias de este mundo hipermediático: a los niños se les empuja a comportarse como adultos; mientras que los adultos quieren volver a ser niños. La vida, como cantaba la niña prodigio por excelencia: sigue siendo una tómbola para todos.





lunes, 18 de enero de 2016

Tren bala al encefalograma plano

Escultura en papel de Thomas Wightman


En Japón, uno de sus trenes bala está siendo rediseñado para transformarse en un museo de arte contemporáneo en movimiento. Mika Ninagawa, cineasta y fotógrafo, le está dando nueva forma inspirándose para ello en los fuegos artificiales. En su interior, esculturas, proyecciones y fotografías deleitarán a los pasajeros, que a partir de esta primavera, podrán efectuar un recorrido de unos 50 minutos: rodeados por arte.

La idea es buena se mire por donde se mire: por añadir placer estético al placer en sí de viajar en tren, por promocionar a artistas locales, y por otra razón que no sabemos si han contemplado, pero que nos parece la más acertada: la metáfora que supone de la época que estamos viviendo. Si el arte contemporáneo aspira a reflejar nuestro tiempo:¿qué mejor que exponerlo a más de 200 km/h? En cualquier caso será un buen asunto a tratar en nuestro centro de arte contemporáneo La Conservera, que acaba de reabrirse precisamente con la exposición Gramáticas de la temporalidad.


Sin cultura, el descarrilamiento está asegurado


Que todo va cada vez más deprisa suena a expresión tipo marco incomparable que hay que intentar evitar; pero que Ninagawa haya elegido fuegos artificiales para decorar el exterior del tren bala por fuera, no puede resultar más ad hoc. Tal como los fuegos artificiales, que deslumbran un segundo para después olvidarse: no sólo el arte contemporáneo, sino todo en general, resulta cada vez más artificial, más efímero, y con fechas de caducidad que casi solapan el inicio con el final.


El tren bala diseñado por Ninagawa


Esta pasada Navidad, una compañía de telefonía realizó un spot ambientado precisamente en un tren que resume a la perfección el espíritu de los tiempos. Reflexiones, así se titulaba, y no podemos dejar de pensar que los publicistas lo hicieron buscando la provocación de una manera irónica; al menos ese sería el argumento que más nos consolaría. La otra opción sería que tienen tan asumido cómo somos y pensamos, que ni siquiera  fueron conscientes de estar planteando un panorama aparentemente inocente, pero con un trasfondo tan desolador.





Pero no queremos que esto parezca un ataque a los creativos publicitarios; todo lo contrario, es un agradecimiento por condensar en tan pocos segundos todo un discurso sobre nuestro tiempo. La publicidad se limita a reflejar los valores de una sociedad y de un momento concreto: por mucho que adopte formas innovadoras o ensaye discursos supuestamente novedosos: no busca mejorar el mundo lo único que pretende es la manipulación de nuestros deseos para vender. Y nadie en el siglo XXI, debería ser aún tan ingenuo como para no ser consciente del juego que establece con nuestros sentidos (tal vez, después de esto deberíamos contactar con Vodafone para ver si nos patrocinan el blog).

A nosotros los que nos despierta la conjunción fortuita del proyecto del tren bala cargado de arte, y la campaña de la compañía de telefonía: son las ganas de fundar bibliotecas en los trenes. Así evitaríamos que el tren de alta velocidad de las nuevas tecnologías nos dirigiera, como a la protagonista del anuncio, hacia el encefalograma plano.


El placer de conducir, el placer de viajar

El maravilloso anuncio de una marca de coches cuyo eslogan era: ¿Te gusta conducir?, transmitía desde la más absoluta sencillez el placer de viajar. Y nada hay más placentero para un lector, que plantearse un viaje de largo recorrido en tren, sabiendo que tiene lectura a mano; levantar la vista de vez en cuando, y mirar el paisaje discurrir al otro lado de la ventanilla, y volver a sumergirte en la lectura (a ser posible en uno de los vagones silenciosos, sin móviles, ni niños que ha puesto en funcionamiento Renfe).


El tren de la película El viaje de Chihiro, 
el viaje más bello a la fantasía



Si finalmente el AVE llega de verdad a Murcia para este año, desde aquí hacemos una petición: que venga cargado de libros (impresos o digitales, tanto da). El estímulo económico a largo plazo para nuestra Región, aseguramos desde nuestra docta opinión bibliotecaria, que será mucho mayor. No seríamos pioneros, en Chicago ya han convertido a algunos de sus trenes en bibliotecas ambulantes; y hasta en Irán, han dispuesto sus vagones de tren con códigos para poder descargarse lecturas digitales; por no hablar de los metros, en los que ya es todo un clásico.

Ya lo repetimos cual mantra en el eslogan de nuestro proyecto BibliOkupa: si el ciudadano no va a la biblioteca, la biblioteca va al ciudadano. Así pues ¿qué mejor que coger un tren para llevar la biblioteca a todos sitios? Por el momento, para cerrar, nos permitimos uno de los placeres que puede proporcionar un viaje sobre raíles: ver pasar el paisaje mientras oímos música. Aunque nuestra mente quede en blanco, no habrá peligro de encefalograma plano: si lo hacemos con un vídeo tan bueno como el que dirigió Michel Gondry para este tema de los Chemical Brothers, allá por los lejanos inicios del siglo XXI.


viernes, 15 de enero de 2016

El pudor de las efemérides

Doodle dedicado al universo creativo de Jorge Luis Borges

Han pasado cinco días desde la muerte de David Bowie, en ese tiempo el eco de la noticia ha llegado hasta los más recónditos rincones del mundo digital. No hemos firmado la solicitud en Change.org para que resucite (estamos tan tronados que preferimos unirnos a los que sostienen que, cual Elvis: sigue vivo y reaparecerá como Lazarus, que para eso se llama así su último sencillo); pero si nos ha llamado la atención el tipo de reacciones que un hecho de esta índole, provoca en las redes sociales.

A través de un retuiteo de El Hematocrítico (uno de nuestros tuiteros favoritos) de la cuenta de @líopardo, nos llegó un resumen perfecto del proceso que se sigue ante la muerte de un famoso en las redes sociales:




De etólogos aficionados está el mundo de las redes sociales repleto. Y las observaciones de estos aplicados escudriñadores de la red (a los que aluden los puntos 2 y 3 de @líopardo), siempre suelen teñirse de una ironía, cuando no de un sarcasmo, que pareciera querer ponernos falta a todos

En los medios (y en el mundo digital aún más) la ingenuidad o la sinceridad están permanentemente bajo sospechosa, el resabio y la ironía se transforman con facilidad en arma arrojadiza y escudo protector de quienes las practican. Algo que puede explicarse como una autodefensa lógica ante la proliferación de gatitos, bebés monísimos, y fotos de atardeceres con frases tipo Paulo Coelho sobreimpresionadas, con que nos han martirizado durante años; pero que corre el riesgo de hacernos caer en un postureo descreído que resulta tan cliché, y tan aburrido como lo contrario.



El supuesto mensaje inspirador y sus efectos a largo plazo


Por eso en este post defendemos las efemérides, sin pudor alguno, ni justificación que valga. Si alguien ha descubierto a David Bowie a raíz de su muerte: bienvenido sea. Si hasta un personaje como Risto Mejide, pedía permiso en un tuit para decir algo sobre Bowie, simulando un pudor bañado de ironía: está claro que estamos rizando el rizo, y que contrariamente a lo que pudiera parecer: el que dirán, qué pensarán de mí, en las redes tiene más importancia que en un patio de vecinos (que es lo que no dejan de ser por otra parte).



Doodle consagrado a la increíble Hedy Lamarr


¿Qué sería de los doodles con que nos alegra el día, a la par que nos instruye, Google: si no recurriesen a las efemérides? Desde el agua en Marte, al solsticio de verano, el día de Independencia de Kenia o el 388 aniversario del nacimiento de Perrault (a Google el que no sea una cifra redonda no le va a estropear las ganas de homenajear a alguien): dan forma a su logo, día sí, día también, en un auténtico escaparate de la creatividad y del ingenio del gigante informático; que consigue caernos simpático mientras nos controla.

Doodle celebrando que se descubrió agua en Marte
Doodle por el solsticio de invierno
Doodle conmemorando la reunificación alemana


Y mucho antes que Google, las bibliotecas llevábamos toda la vida aprovechándonos de las efemérides para sacarles partido. Y no nos da ningún pudor ayudar a que alguien descubra a grandes músicos, actores, escritores, filósofos o científicos, aprovechando defunciones, aniversarios o acontecimientos varios. Sin ir más lejos, sin tener que recurrir a nadie, este 2016 en la BRMU vamos a estar muy volcados en una efeméride: cumplimos 20 tiernos añitos.


Doodle por el tricentenario de la Biblioteca Nacional,
¿protagonizará algún día la BRMU un doodle de Google?

Pero aparte de nuestro cumpleaños, este año habrá donde elegir, según nos resumen en Infobibliotecas, se celebrarán efemérides para completar varias programaciones de actividades culturales en bibliotecas. Desde los 400 años de Cervantes y Shakespeare hasta el medio siglo de Star Trek: la oferta para dárselas de fan auténtico van a ser muchas. Pero uno de los personajes de los que, sin efemérides de por medio, más se va a hablar a principios de este año será Florence Foster Jenkins.

Su vida ha sido llevada a la pantalla interpretada por Meryl Streep, y llegará a las pantallas en breve: lo cual dará pie a que mucha gente la descubra. Por eso nos adelantamos aquí, por un lado para poder dárnoslas de que ya la conocíamos y somos fans de su historia; y porque además, su figura es de lo más apropiada a la hora de hablar sobre cuestiones de pudor y exposición pública.




Florence nació en una familia acomodada en la Pensilvania de mediados del siglo XIX: desde pequeña sintió una pasión desbordante por la ópera. Su obsesión era convertirse en soprano: determinación, voluntad e ilusión no le faltaban, lo único que le fallaba era....la voz.

En los tiempos de Florence, no existían libros de autoayuda que la convirtiesen en una kamikaze del optimismo sin fundamento, ni redes sociales que la "desacomplejasen" a golpe de memes motivantes (ni que por contra, la lapidasen digitalmente): ni falta que le hacían. Haciendo oídos sordos (esos mismos oídos que hubiesen querido tener sus oyentes) a su padre, a su primer marido, y a cuantos profesores de canto intentaron disuadirla de su empeño: Florence invirtió la cuantiosa fortuna que heredó (el dinero ayuda mucho en eso de perder el pudor) en conseguir su sueño.

La crítica la vapuleaba, el público la seguía para reírse, pero nada de ello pareció importarle. Con una moral y decisión a prueba de bombas, Florence logró lo que quería: cantar ópera, y lo demás le parecía superfluo. En 1943, tras un accidente en taxi, quedó convencida de que el choque había provocado que pudiese alcanzar la nota fa más alta que nunca; y agradecida obsequió al taxista con una caja de puros.

Doodle dedicado a María Callas,
¿algún día dedicarán un doodle a Florence?

Desconocemos el tratamiento que Stephen Frears (director de la cinta que se va a estrenar) ha dado a la historia; pero si por algo pervive el recuerdo de Florence es por esa determinación que la emparenta con figuras como Ed Wood: personas con tal pasión por lo suyo que no entienden de ridículos, y son inmunes a la vergüenza y el qué dirán.

Después de todo, si algo te hace feliz, y no haces daño a nadie con ello: ¿a quién le importa? Con esto no queremos defender la falta de autocrítica, que nos impida ser conscientes de nuestras limitaciones (algo que también se da mucho en nuestro tiempo), pero sí la libertad para expresarse en digital sin que cien mil internautas quieran dejarte en evidencia al instante, en lugar de simplemente ignorarte.





lunes, 11 de enero de 2016

Bibliotecarios con apetito sexual, bibliotecas camaleónicas




Hace tiempo hicimos propósito de enmienda, y evitar convertir este blog en un obituario. Preferimos celebrar lo bueno que culturalmente tenemos, evitando las necrológicas. No por nada, simplemente porque ya hay suficientes medios que informan y se hacen eco cuando una figura trascendental para el mundo de la cultura desaparece. De hecho, muchas veces es precisamente cuando fallecen, cuando se reconocen los méritos en retrospectiva.

Pintura de David Bowie
En el caso de David Bowie no ha sido así, desde hace décadas su figura ha preservado su estatus de artista rompedor, vanguardista y exquisito pese a su éxito mayoritario. La modernidad, tal y como se entiende actualmente, y sin que muchos de los jóvenes que la pretenden emular ni siquiera sean conscientes de ello: la transformó Bowie allá por los 70. Pero no vamos a hacer un repaso a la obra del duque blanco, del camaleón, del extraterrestre Ziggy Stardust, ni siquiera del artista plástico del que ya hablamos en Lienzosonoro.

Bowie se ha ido, pero dejándonos un testamento aún fresco con su recién publicado disco Blackstar (que salió el día de su 69 cumpleaños, el 8 de enero); y nosotros en este blog, creemos que la mejor manera de rendirle homenaje, es partir de una de sus declaraciones que más nos gusta/repele, para subirnos una vez más al carro de la actualidad, y seguir hablando de las cosas propias de nuestro negociado: "nací bibliotecario, con apetito sexual".



La devoción de Bowie por la lectura era una constante. Precisamente hace cosa de un año, Bowie publicó el listado de sus 100 libros favoritos; demostrando un buen gusto que era de esperar. Lo que también nos habría gustado es que no dedujera que por el hecho de ser bibliotecario, no tengas apetito sexual. Ya lo dijimos en B de bomba, B de biblioteca: "

"muchos bibliotecarios viajamos, salimos, bailamos, nos desmadramos, vestimos estupendamente, y no, no tenemos tejuelada la entrepierna, la disfrutamos como todos: cuando se puede y nos dejan"
Pero no se lo tenemos en cuenta, probablemente su influjo haya hecho que tantos otros músicos hayan idealizado nuestra profesión (que se lo digan a su fan número uno Alaska, y a su marido, futuro bibliotecario); y que de un tiempo a esta parte, cada vez más, detectamos una visión romántica e idealizada de nuestra profesión por parte de muchos jóvenes amantes de la cultura.

Preferimos centrarnos en uno de los lugares comunes más repetidos a la hora de hablar a Bowie: el de su capacidad camaleónica, porque precisamente esa es la cualidad que más no interesa en las bibliotecas (una vez que hemos dejado claro, que tenemos instintos sexuales como cualquier hijo de vecino). 

En los Estados Unidos, la ALA (Asociación de Bibliotecas Americanas) ha lanzado su campaña Libraries Transform (Bibliotecas en transformación; a nosotros en nuestro bibliofrikismo, nos habría gustado mucho más: Bibliotecas mutantes). Con esta campaña quieren evidenciar al público el valor de las bibliotecas en la era digital.

Entre las acciones que se incluyen en esta campaña, una de las más llamativas ha consistido en salir a la calle, y "asaltar" con un cuestionario de 4 preguntas a la gente que va hacia su trabajo. A cambio de responder al cuestionario, se les obsequia con un descuento de 5 dólares en la red de cafeterías Starbucks. Y como era de esperar, sigue asombrándonos el desconocimiento que la mayoría tiene respecto de las bibliotecas. 


Por eso, no es de extrañar que cada vez más, se recurra a campañas más ingeniosas y chocantes para llamar la atención sobre las bibliotecas y la lectura. Si Bowie, en los 80, fue imagen de una de ellas para la ALA, en los últimos tiempos son muchas las campañas que buscan el impactar de una manera u otra. 

Desde la de la Fundación para la Propaganda Colectiva del libro Holandés y su reclamo nudista; pasando por la de la Literacy Foundation protagonizada por personajes de cuentos célebres que languidencen enfermos en un hospital al no tener niños que los lean; o la ingeniosa idea de una editorial brasileña para lanzar su nueva colección de libros de bolsillo: que no consistió en otra cosa que en asociarse con un fabricante de pantalones vaqueros, e imprimir parte de sus obras en el reverso de las prendas.¿Resultado?, un incremento en ventas tanto en libros, como en vaqueros.

Nadie está desnudo con un buen libro entre las manos

Peter Pan y Cenicienta languideciendo en el hospital 
porque nadie los lee



En definitiva, modos de llamar la atención, y de hacer llegar el mensaje de que, al igual que Bowie supo adaptarse y adelantarse a cada momento: las bibliotecas están dispuestas a ello (no olvidemos que las bibliotecas son las reinas del GLAM), y como cantaba en su tema Changes: afrontar los cambios y resistir la presión.

50 años de David Bowie por Helen Green