jueves, 9 de enero de 2014

Lecturas transparentes



Una de las ventajas de los libros electrónicos que se esgrimieron frente a la lectura en papel, fue su coste ecológico. Pero hace unos meses, la organización medioambiental Amigos de la Tierra, cuestionó dichas afirmaciones, a través de un informe en el que sostenía que el libro electrónico, era un desastre ecológico.

Entre el coste energético para la producción de los dispositivos, los restos de carbono, y los daños medioambientales que produce la fabricación de sus piezas (en ocasiones, imposibles de reciclar): los restos físicos de la liviandad digital, resultan de lo más contundentes.




Y frente a esta contundencia material, no deja de resultar paradójica por contra: la evanescencia que caracteriza a la lectura digital desde un punto de vista psicológico. Según un artículo de Scientific American (traducido en el blog Psicología de la información) son varias las razones. Al leer formamos un mapa mental, y es fácilmente comprensible que: las tipografías, la distribución de los párrafos y el mismo hecho de percibir las letras como objetos físicos, hagan que nuestro cerebro retenga mejor lo escrito en un papel.

El citado artículo lanza una reflexión final de lo más inteligente: ¿por qué los fabricantes de libros electrónicos no dejan de intentar asemejar la lectura digital a la experiencia de leer en papel, y crean una experiencia de lectura nueva?

El poeta uruguayo Rafael Courtoisie escribió un poema de lo más conciso, que viene muy al caso: “un día, todos los elefantes se reunirán para olvidar. Todos menos uno”, esperemos que ese uno, sea el bibliotecario de la manada, que haya tenido la prudencia de conservar sus fondos en papel.


Interior de la Biblioteca de Filología de la Universidad Freie por Norman Foster

Y entre lo transparente y lo opaco, se mueven las metáforas artísticas que hemos elegido para ilustrar este debate. Si hablábamos de medioambiente y cerebro, nada mejor que la biblioteca diseñada por Norman Foster para la Universidad Freie, en Berlín, que se conoce con el sobrenombre de “el cerebro de Berlín”. Su forma craneal, y sus interiores sinuosos, cual circuitos cerebrales, junto con su eficiencia medioambiental, hacen de este edificio una metáfora arquitectónica perfecta de la lectura.


El cerebro de Berlín de Norman Foster

Pero si alguien nos ha acercado recientemente toda la simbología de la lectura a través del arte, ha sido el último Premio de Bellas Artes: el artista Jaume Plensa, algunas de cuyas obras salpican este post. ¡Lo que daríamos nosotros por contar con sus obras para alguna de nuestras Acciones artístico-bibliotecarias!








2 comentarios:

Anónimo dijo...

Ohhhhh!! Cuánto he disfrutado con este post. Aparte de la información sobre la disyuntiva libro papel/ libro electrónico, lo que me ha encantado y será porque la ARQUITECTURA ES mi pasión son precisamente las referencias a la arquitectura como detonadora de sensaciones. Las fotos son fantásticas. Mi enhorabuena.

El blog de la BRMU dijo...

La biblioteca "cerebro" de Foster, unido a las esculturas de Plensa, eran un binomio irresistible. Nos alegran mucho que te haya gustado.